domingo, 23 de diciembre de 2012

Sin titulo

El bar esta oscuro y lleno de humo, se supone que tenemos una lay anti-tabaco, pero hoy y aquí parece que eso da igual. Estamos amontonados, casi molestándonos como hace ya tiempo que no pasaba en este lugar y hay que hacer un esfuerzo para distinguir los rostros de quienes están unos pocos metros más allá, algo que no paro de hacer, sobre todo porque tanta gente significa que mi curiosidad esta casi tan disparada como mis esperanzas porque esta noche sea diferente.

Ella es la última persona del mundo con quien espero encontrarme y para ser sinceros, no se si me alegra mucho cuando la veo entrar por la puerta y avanzar justo hacía el lugar donde estoy. No es que no quiera verla, saber de ella a estas alturas, es más, es algo que no soporto, pero si nos tenemos que poner a olvidar siempre he creído en el infalible poder anestesiante que solo puede dar la distancia, como mejor forma de superar lo perdido, además no soporto esa mierda de tristeza que siempre me queda en el cuerpo cuando estoy con ella desde aquel tiempo, esta noche, no la quiero.

Pero en fin, que todo eso ya no tiene remedio porque hace rato que me ha descubierto entre la gente y ya esta casi aquí, así que intento recomponerme lo mejor que puedo para que no me note nada y espero a lo inevitable, confirmar una vez más, dolorosamente, que no puedo vivir si ella.

A modo de saludo y sin decirnos ni una palabra nos damos uno de nuestros abrazos del fin del mundo y como de costumbre todo se desploma dentro de mi al sentir su tacto y su olor. Acto seguido se da la vuelta para saludar a algunos de los que están a nuestro alrededor, que la reclaman solo para si, pero ella no me suelta del todo. Se coloca delante mía para hablar mientras mis manos se quedan entrelazadas sobre su vientre, bueno, no se cómo pero han terminado más abajo, de hecho tan abajo que empiezo a notar peligrosamente la curva que desciende hasta el final del camino, así que procuro quedarme muy quieto y no mover mis dedos ni un milímetro más. 

Ella tiene una de sus manos colocada sobre las mías y con la otra acaricia mi pierna, suavemente, sube y baja lentamente, hasta que casi sin darme cuenta empieza a jugar en mi bragueta, sin llegar a hurgar, solo posa su mano suavemente en el punto exacto, casi inocentemente se podría decir, si es que existen juegos inocentes en esos lugares.

He perdido toda noción de realidad, mi cabeza vuela y solo puedo pensar en lo que esta pasando, intentar buscar una explicación. No tiene sentido.
De repente, sin dejar de hablar, coge una de mis mano y se la baja “ahí”, sin brusquedades, con toda la naturalidad del mundo mientras gira levemente la cabeza hacía mi y me dedica una leve sonrisa que lleva fuego.

Cuando se libra de todos, nos volvemos a abrazar y ya con el mundo exterior reducido a más absoluta invisibilidad, por fin nos hablamos:

—No te puedes imaginar cómo te hecho de menos. Necesito tanto uno de nuestro ratos. —Me dice con voz triste.

—¿Qué te pasa?

—Tu qué crees. —Me responde, parando un instante más de la cuenta la mirada para indicarme lo serio del asunto.

—¿Estas pasando hambre? —Intento quitarle un poco de hierro al asunto. Mientras ella asiente con la cabeza.

—¿Y tu...? —Le pregunto por el cretino con el que anda desde hace un tiempo, haciendo un gesto con la cabeza señalando hacia afuera.

—Bahh! —Y hace un gesto de desdén, dejando asomar un poco la lengua, para inmediatamente soltarme:

—Te necesito tanto, estaría bien que quedásemos para cenar. —Sonríe y se queda esperando.

—Me encantaría cenar contigo. Bueno en realidad, me encantaría cenar, almorzar, merendar o desayunar, y sobre todo eso, desayunar.

A pesar de la música y el ruido se hace el silencio por obra y arte de la mirada en la que nos hemos quedado suspendidos, sus ojos brillan ya tanto y están tan cerca de los míos, que es inevitable, nos precipitamos, pero sin llegar al final, en el último instante nuestros labios se detienen, a micras los unos de los otros, lo justo para que ambos sintamos el aliento caliente que sale de nosotros, dejando escapara las ganas que nos tenemos. Es uno de nuestros antiguos juegos y ya conozco su final.

Nos besamos, deshacemos el nudo, y sin dejarme tiempo a reaccionar, me coge de la mano, tira de mi, me arrastra y me dice que nos vamos a su casa, a cenar ahora mismo.

1 comentario:

un pirata dijo...

Hacia tiempo que no me atrapaba tanto un texto, felicidades!
saludos