Cuando me toco el lóbulo
de la oreja sin parar es que estoy nervioso, cortado, sin saber qué
hacer. Pues bien, cuando te tengo al lado justo me pasa y perdona si
no lo hago, mirarte a los ojos digo, no es que no quiera, es que no
se como hacerlo. Solo puedo quedarme ahí, parado, atontado, tímido
como un niño pequeño intentando mirar cuando no te das cuenta,
recorriendo embelesado tu cuello, tus labios y tu pelo.
Aunque tu no lo creas, ya
conozco cada curva de tus caderas, la forma exacta de tus cejas y ese
lunar que tienes en el hombro derecho, porque otra cosa no, pero
observarte se me da de maravilla, podría pasarme horas.
Se que han sido pocas
esas ocasiones, pero me encanta cuando tus ojos se encuentran con los
míos, sobre todo si es con esa carita de pilla que te deja el
alcohol en el rostro, mientras yo me quedo mordiéndome el labio
intentando devolver mi corazón a su sitio y es que es algo
inevitable, por mucho que me prepare antes cuando al final te tengo
al lado me quedo en blanco.
Continuará...